Es tu voz en Feng Shui.
Hong Kong es una colonia multicultural donde personas de todos los colores pueden imaginar sus propias habilidades de supervivencia y vida. Esas palabras son pistas y amenazas psicológicas. Esto no es diferente de los métodos de sugerencia "psicológica a humana" utilizados por varios estafadores. Algunas personas dicen que es un lavado de cerebro. Si los fantasmas te lavan el cerebro, creerás en los fantasmas; si los mentirosos te lavan el cerebro, creerás en los mentirosos.
El mundo es material y la vida se puede recrear. ¿Dónde están los fantasmas? ¿Estás engañando a la gente de Hong Kong?
Darwin contó a toda la humanidad la teoría de la evolución biológica. Hoy, los humanos han volado al espacio. El fantasma sigue siendo el mismo fantasma. ¿Quién lo ha visto? No, descubrí a Wang Lin, el maestro de los dioses, hace unos días. Acababa de regresar al continente desde Hong Kong y se reveló que había usado diversas cosas para engañar a la gente.
Nunca ha habido un salvador, ni fantasmas ni dioses en el mundo. Los seres humanos tienen supersticiones religiosas sólo debido a su comprensión limitada de la naturaleza. Hoy en día, los humanos han estudiado a fondo sus vidas. Los genes determinan los rasgos y el entorno determina la evolución. Ésta es una realidad científica que quienes pretenden ser fantasmas simplemente no conocen. Y debemos tener claro que para hacernos más fuertes lo primero es ser fuertes en nuestros pensamientos y creencias. Incluso si esos fantasmas están ahí, que nos tengan miedo. Los fantasmas no se atreven a hacernos daño y los mentirosos no nos engañan.
De hecho, los mentirosos sólo pueden engañar a las personas que creen que son verdad. Si no lo crees, nunca te engañará.
Existe una historia así: dos agricultores pasaron por una pequeña zanja frente a un templo, donde había una estatua de Buda en cuclillas a modo de puente. Pasaron junto a la estatua de Buda. Un granjero se sintió muy orgulloso de que el Bodhisattva a quien todos ofrecían incienso fuera pisoteado; el otro granjero tenía miedo; Pensó que si pisaba al Bodhisattva, se enfadaría. Si no soy feliz, me duele. Entonces regresó, limpió al Bodhisattva, lo llevó de regreso al templo y susurró: Bodhisattva, soy digno de ti. Buena suerte para mí. Mis compañeros te faltan el respeto. El Bodhisattva escuchó y habló. El chico no me tomó en serio en absoluto. Si no me cree, ¿qué puedo hacerle? Eres genial. Debes venir aquí para quemar incienso y ofrecer sacrificios durante las fiestas. Si no vengo, me caeré mientras camino, beberé agua y tendré diarrea. Al escuchar lo que dijo este hombre, se desmayó en ese momento. Afortunadamente, hacía mucho tiempo que no veía a mi compañero, así que me di vuelta y le rogué que volviera. Al día siguiente, cuanto más pensaba en ello, más se enojaba. Finalmente, comprendió que cuanto más miedo tenía a los fantasmas, más asustado y tímido se volvía. Enfurecido, corrió al templo y arrojó al Bodhisattva que le había ofrecido a la zanja, derrotando así psicológicamente su miedo. A partir de entonces vivió una vida sin preocupaciones.